Concentrándonos por los retenidos en la mani del 6 de diciembre






O cosas que se pueden hacer delante de una comisaría un sábado a las 12 de la noche...

Cuaderno de viaje: Perú y Bolivia


De vuelta de unas estupendas vacaciones, o mejor dicho, de un estupendo viaje. Cuando un viaje sobrepasa las tres semanas, creo que debería dejar de llamarse vacaciones: llega un momento en que el viaje se convierte en la normalidad y la rutina se aleja tanto que ya ni la reconoces. Llevo dos meses fuera y mi casa me resulta bonita pero extraña, y no deja de sorprenderme que la gente a mi alrededor se empeñe en hablar un idioma tan raro como el griego. De modo que, para no olvidar y para mitigar la morriña, actualizo blog. No he dibujado muchísimo, la verdad: he caminado y visto más que dibujado y cuando he dibujado ha sido un poco a salto de mata y de cualquier manera. 

Cronológicamente...



BCN




No sé cuántas horas de aeropuertos, aviones, estaciones y autobuses nos habremos echado al cuerpo... pero por aquí empezamos, en el aeropuerto de Barcelona, a puntito de coger un vuelo a NY, escala inevitable y bastante deseada. El mejor aeropuerto, sin duda el de Atlanta. Gigantesco, repleto de gentes de medio mundo, y con las zonas de fumadores más particulares que yo haya visto jamás: bares de copas donde personajes salidos de una película de los hermanos Cohen se echan lingotazos de whisky al cuerpo desde las 8 de la mañana, hora local. Sin desperdicio.


Puerto Maldonado y la jungla






Tras una breve parada en Lima en la que vimos un poco el centro y nada más (yo más bien menos, porque no paraba de estornudar, toser y moquear) volamos a Puerto Maldonado. En mitad de un mar de verde y justo en la intersección de los ríos Tambopata y Madre de Dios, Puerto Maldonado es la entrada a la selva. Casas de madera, escasez de cristales pero mucha mosquitera, un calor insoportable a mediodía y en torno, la naturaleza desatada. Nos hicimos una excursión de unos días (con un guía estupendo) a la reserva del Lago Sandoval y desde entonces quiero volver. Sobre todo por el sonido. Ese momento justo antes de amanecer, cuando todo está increíblemente vivo a tu alrededor y te inundan sonidos de animales que intuyes sin ver, es absolutamente mágico. Hay que ir. 


Cuzco y el valle sagrado del Urubamba





Cuzco (o Cusco, o Q'osqo), antigua capital inca, es una ciudad con un gran centro histórico en el que reinan los turistas y los locales tienen cada vez menos espacio. En la plaza de armas, predominan los cabellos rubios y los precios desorbitados, mientras que un par de calles más abajo, en pequeños restaurantes los locales comen un menú por menos de un euro. Pero la mezcla de arquitectura inca y colonial es un tetris sólido y bello, y los mercados una sinfonía de olores, colores y sabores. Nos quedamos unos días, incapaces de irnos.



El valle sagrado tiene poco que envidiar a su hermano mayor Macchu Picchu. A mí personalmente, las salinas de Maras y Písac me gustaron especialmente. Nos comenzamos a entrenar en la subida de cientos de escalones (la altura no perdona), en las carreteras al filo del vacío y en admirar las técnicas constructivas de los incas. 

Después, evidentemente, fuimos a Macchu Picchu. Situado en ceja de selva (entre la montaña y la selva), la naturaleza te envuelve en el camino (que hicimos en autobús y a pie, porque ríete tú de la entrada al sitio arqueológico comparada con el precio del tren turístico, en manos de una compañía chilena...). No tengo ni un solo dibujo. Caminar, observar e intentar no tropezarme con las masas de personas que visitan el lugar desde el amanecer a la noche ya consumía todo mi oxígeno. Es impresionante, eso sí, sobre todo desde arriba. Y Aguas Calientes, actual Macchu Picchu pueblo, extrañamente, me gustó. Extrañamente, porque es un pueblo destinado a dormitorio de los turistas del sitio arqueológico. Pero tiene un no se qué de western con sus luces de noche, si los pueblos de los westerns los cruzaran varios arroyos e infinidad de puentes y hubiera verde por todas partes. 




Camino a Bolivia: Puno y el lago Titicaca






Tras Cuzco, continuamos viaje en dirección a Bolivia. La primera parada fue Puno, a orillas del lago Titicaca. Situado a unos 3800 msnm, el Titicaca corresponde en poco más de un 50% a Perú y el resto a Bolivia. En sus márgenes e islas viven poblaciones Quechua y Aymara, algunas en lugares tan peculiares como las islas flotantes de Uros, islas artificiales móviles fabricadas a base de cañas (totoro). Tras una breve visita a la tranquila Puno y a las Uros, cruzamos la frontera. Nuestro destino era la Isla del Sol (parte norte). 

En el lago Titicaca, debido a la ausencia de oxígeno (por la altura y el agujero de ozono) y por el inmenso espejo de sus aguas, la claridad es tan fuerte que en los días soleados todo parece solarizado. Las nubes parecieran dibujadas, las líneas perfectamente delimitadas. Eso sí, por la noche todo desaparece, sólo un restaurante permanece abierto y el frío ... rasca. 

Coincidimos con la tercera reelección de Evo Morales, como en Perú habíamos coincidido con las elecciones locales y regionales. La diferencia era evidente. En un lugar como la Isla del Sol, a quien preguntaras te decía que votaría a Evo y que iba a ganar, porque ningún presidente anterior había hecho nada por el pueblo, sino meterse dinero en los bolsillos. Y recuperar la dignidad del uso público de la lengua propia(quechua o aymara) no es poco. Aún no comprendíamos, de todos modos, la magnitud de la diferencia en este sentido entre Perú y Bolivia. Para ello tendríamos que llegar a la siguiente etapa del viaje. 


La Paz





La Paz ha cambiado sensiblemente en los últimos 8 años, a decir de Xristos. Todo el país se ha enriquecido, y eso no deja de apreciarse en la ciudad. Y por si alguien caminara con los ojos medio cerrados, está el teleférico para evidenciarlo. Ver la ciudad desde lo Alto (y desde El Alto), deslizarse por encima de barrios y barriadas, percibir la extraordinaria topografía de esta metrópolis tan viva, no tiene precio. Y además, el teleférico es la única solución lógica de transporte en un lugar con una geografía tan abrupta, y es barato. Cientos de turistas bolivianos acuden cada día sólo para montarse en las distintas líneas y flipar. Turistas extranjeros, bastantes menos, porque El Alto está fuera de los mapas turísticos, que al parecer se limitan a un área pequeñísima del centro, alrededor del mercado de la Brujería. Una lástima, porque los barrios, el parque, los mercados, el cementerio... verdaderamente merecen la pena. 


Sajama 




Y de las multitudes de la capital, vuelta a la soledad y la calma del altiplano. A unos 4200 msnm, el Parque Nacional de Sajama tiene llamas en ingentes cantidades, matojos de hierbas, géiseres, aguas termales, bosques achaparrados de un arbusto llamado queñua y un pueblo. Nada más. Bueno, sí, uno de los volcanes más altos del mundo, el Nevado Sajama, con unos colores que parecen de mentira. El sol te quema durante los días sin nubes, y por la noche sopla el viento y las temperaturas bajan de cero. Fumar un cigarro es toda una odisea. La imagen de abajo es del campanario de la iglesia de adobe católica del pueblo. Qué bonita.


ArequiparequiparequipareQUIpa







Así vocean en las estaciones cuando salen los autobuses hacia la blanca ciudad de Arequipa. Construida en una piedra volcánica blanquecina que se talla con mucha facilidad (con la uña, vamos), es una ciudad acogedora, manejable y llena de iglesias y monasterios, alguno de ellos tan bellos como Santa Catalina. Estábamos de vuelta en Perú, pero un Perú distinto, el de costa, donde los habitantes son mucho más comunicativos y donde también hay mucha menor presencia indígena. La comida, mucho mejor que la boliviana, nos enganchó. Tanto que, a la vuelta de una excursión de tres días, con sólo unas pocas horas antes de nuestro siguiente autobús, decidimos cruzarnos la ciudad para volver a nuestra picantería favorita, "La Capitana". Y volvería a hacerlo sin dudarlo.


Cabanaconde y el Cañón del Colca




No el primero, sino el segundo cañón más profundo del mundo. Cotahuasi, muy cerquita, le quita el primer puesto al Colca. No quiero ni imaginarme la impresión que debe dar, teniendo en cuenta el vértigo que me dio el que fui, con 4120 m de caída libre. En general, Perú es un mal país para los que como yo, lo pasamos mal en precipicios y alturas varias. Podría decir que me gustó mucho y que lo pasé fatal. La vegetación del fondo del cañón me pareció maravillosa; los cóndores, sublimes; cada vuelta del camino, una auténtica pesadilla. Las agujetas, a pesar de la ayuda de una mula la mar de maja que me subió de vuelta a Cabanaconde (magnífico animal, la mula), duraron días. Qué digo días... las rodillas aún me duelen...

Por otro lado, en Cabanaconde pillamos la festividad del Señor de los Milagros, fiesta grande en medio Perú. Orquestas desde las 5 de la mañana hasta ni sé, trajes típicos, chicha, bailes populares y demasiada cerveza. Fuimos los únicos muzungu que nos lanzamos a bailar... pero qué otra cosa hacer cuando una señora como una cuba decide que quiere bailar contigo.


Última parada: Trujillo






Trujillo lo tiene todo: una fantástica arquitectura colonial, colores intensos, yacimientos arqueológicos espectaculares, una (bueno muchas) universidades, un clima de permanente primavera y el Pacífico y sus cebiches a un cuarto de hora en autobús. Hasta una concentración de estudiantes en protesta por los 43 de México (lástima que fuera tan pequeña). Poco turística, en general la gente habla contigo, te recomiendan lugares, te preguntan sobre tu país. La ciudad tiene un ritmo tranquilo y agradable, sobre todo en el centro con sus áreas peatonales y una incomprensible prohibición del comercio ambulante. No fue hasta la última hora que encontramos un emoliente, enfrente de la estación. Por cierto, que el emoliente habría que importarlo, pero ya. 

Carteleando


A pesar de que en la escuela los carteles eran mi pesadilla particular, una vez en Chania me encontré haciendo carteles para toda actividad del centro social que necesitara uno. Fiestas, proyecciones, clases, charlas, festivales o ciclos de conferencias. Lo que tocara, generalmente con poco tiempo y con menos certeza ortográfica, para qué negarlo. Aquí va una muestra del último año.








De los primeros, cartel para la cafetería del centro social y el programa de proyecciones.



Horario de clases de idiomas que se imparten en el centro social, por supuesto gratuitas.


Una charla sobre los CIEs griegos. En todas partes cuecen habas....


Tercer cumpleaños del comedor social de los domingos. Una fiesta estupenda, me dijeron, pero que me pilló fuera de la ciudad.


Y otra fiesta, cómo no. Ésta de la tienda de comercio justo Terra Verde.

Jornadas sobre movimientos sociales y solidarios en el centro social. Durante tres días discutimos problemáticas, expectativas y opciones con la participación de asociaciones y colectivos de media Grecia. Muy muy interesante.

Y mi favorito, en colaboración con el diseñador Vasilis Pitsonis y la artista Elena Sousta: cartel para el Festival Antirracista de Chania, en su novena edición. 2 días intensivos de charlas, feria de asociaciones, puestos de comida, teatro, conciertos, actividades infantiles y lo que os podáis imaginar. Totalmente autogestionado, es un ejemplo de lo que pueden hacer las personas cuando se empeñan y cómo algo "alternativo" puede llegar a convertirse en uno de los eventos más importantes del calendario sociocultural de una ciudad.

Cuadernos de playa



Creta tiene largos veranos, calurosos y húmedos. Con la ciudad invadida por los turistas y las calles por autobuses, taxis y coches de caballos que desaparecen con el fin de las vacaciones, el centro se vuelve invivible y los indígenas que no se dedican al turismo (entre los que me incluyo) huyen los fines de semana. Este año hemos podido huir poquitas veces, demasiado pocas. Alguna escapada a Sfakia, alguna a Kedrodasos. Un par de horas en alguna playa cercana. Así que esto es una colección de arena y mar, y alguna que otra roca del verano.